5 de mayo de 2009

II Concurso de Pintura al Aire Libre "Juan José Fernández Leiceaga (SESÉ)". Concello de Noia

El pasado sábado 25 de Abril participé en el II Certamen de Pintura al aire libre “Juan José Fernández Leiceaga (SESE)”, organizado por el Concello de Noia (A Coruña). El tema era el casco urbano y alrededores de la villa.

Como hacía algún tiempo que no trabajaba fuera del estudio decidí acudir, a pesar de que amaneció con lluvia y nos separan de mi residencia habitual, Santiago de Compostela, unos 35 kilómetros. Esta es la crónica de aquel día:

Al llegar me dirijo al Concello, donde tengo que sellar mi lienzo, y a continuación busco un lugar, bajo una balconada, que me resguarde un poco pues, aunque ha dejado de llover, el cielo sigue amenazante. A mi izquierda tengo el puente de piedra que atraviesa la ría, pero como tengo la calle de por medio, sólo diviso cuatro “ojos” del mismo, más o menos la mitad. La marea está alta, sale el sol y aprovecho para hacer el boceto, sombras, luces, etc., ya que si el día se tuerce y oscurece, no tendré más referencias que el registro de mi memoria… y a veces ya me falla.

A primera hora trabajo tranquila; hace frío y apenas pasa gente. Al otro lado de la calle otra pintora, que está acompañada por su familia, observa el puente de frente, con un barco varado en primer plano. Tienen que estar sujetándole el lienzo, pues el viento se lo tira cada dos por tres. Avanza la mañana, se nubla, caen unas gotas, nuevamente sale el sol y hace calor. Aumenta el trasiego de gente. Se paran detrás de mí y hacen comentarios: a todos les gusta la pintura pero no se deciden a practicarla, dicen que lo dejan para cuando estén jubilados. Pasan grupos de caballos con sus jinetes, ya que es el día grande de las fiestas y hay mucha actividad.

Mi obra también avanza. Es mediodía y llega el avituallamiento: un bocata, media tableta de chocolate y una pieza de fruta, con un botellín de agua. Como no tengo apetito sigo trabajando (la pintura rápida con un tiempo marcado crea tensión). Hay que entregar a las cinco de la tarde y todavía me falta un poco, así que prefiero acabar y después comer tranquila.

Finalizo mi obra a las cuatro y cuarto. La marea ha bajado y el cambio climatológico es total, ni los reflejos se parecen. Limpio pinceles, espátulas, etc., y voy recogiendo mis bártulos. Pliego el caballete, me como el bocata y me dirijo al edificio del Concello, en el que se exponen las obras sobre los mismos caballetes que cada uno utilizó. Los cuadros se colocan alrededor del claustro de piedra y al terminar entra el jurado para deliberar. A continuación tiene lugar el acto de entrega de premios, tras el que entra el público para ver la exposición. Yo intercambio anécdotas con los otros compañeros pintores.

En conclusión, un día bastante agotador pero intenso en experiencias que espero repetir en próximos concursos y certámenes, para haceros partícipes a través de este blog, que no actualizo con tanta frecuencia como desearía.